A veces, casi sin darnos cuenta la vida, o un suceso puntual o incluso una rutina en la que entramos sin darnos cuenta nos guía en una dirección opuesta a la que teníamos en mente. Lo que “debemos” hacer, la responsabilidad o el compromiso con una u otra situación hace que cambiemos el rumbo de nuestras vidas, que dejemos aparcados planes y sueños para un momento mejor. Para cuando sea mejor ocasión, para cuando nuestra situación sea estable, para cuando...
Es un error. Por norma general nos damos cuenta demasiado tarde y la mayor parte de las veces ya no nos vemos con energías o ganas, incluso tenemos miedo de arriesgar nuestra estabilidad para volver a perseguir aquel sueño dejado en un cajón y pensamos que fue solo un sueño de juventud, que al fin y al cabo no nos ha ido mal con el camino escogido. Aunque haya sido el camino de una vida monótona, sin alicientes y haciendo algún trabajo que no nos satisface. Un trabajo que nos da comodidad, nos permite vivir y poco más.
¿Qué habría sido de nuestras vidas de haber seguido ese sueño en su momento?. Imposible saberlo, pero seguro que hoy no tendríamos la duda, por lo menos lo habríamos intentado y no seria una espinita clavada en nuestro corazón.
Aunque ¿sabéis?, nunca es tarde para retomar nuestros sueños, cualquier momento es EL MOMENTO.
Supone riesgo, supone en muchos casos dar un giro importante a nuestras vidas y jugárselo todo, pero creo que merece la pena. Retomar aquel viejo sueño y lanzarse a por él.
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